Creo que no descubro nada a nadie si digo que la historia la escriben los vencedores y la sufren los vencidos. Pero en mi opinión, aunque la historia no es ni pretende ser un reflejo de la realidad, si no una búsqueda del ser humano a través de lo siglos, a veces indigna demasiado como se llegan a manipular las cosas.
Cuando era niña y descubrí que lo que los libros de historia y los documentales, contaban sobre la guerra civil, y lo que decían las personas que habían luchado en ella, eran diametralmente opuestas. Me plantee el problema de que alguien te eduque para que creas algo que ni por asomo se parece a la realidad.
Si los historiadores reconocen que ellos no saben la verdad, ¿quién se encarga de buscarla?.
La verdad sobre los hechos históricos se esconde burdamente bajo el poder y el dinero.
Si hablamos de una guerra, el vencedor siempre tenía menos soldados, mejores ideales, más honor, y soldados más valientes que el enemigo. Se omiten violaciones, saqueos, torturas, etc de los vencedores.
Si hablamos de cultura, dan ganas de reír. Hay historias de personas que han dedicado su vida al arte, las ciencias o las letras. Los más grandes y reconocidos, cientos de años después de su muerte, suelen ser personas, que naciendo pobres, ricos, o como sea, pero que finalmente han vivido en la más absoluta modestia. Y muchos de ellos, estaban tan marginados por la sociedad, y por su propio gobierno, que apenas tenían para poder comer. Pero, hay muchas personas que pasan a la historia, porque sus familias pudientes, pudieron pagar para que su nombre estuviera en la enciclopedias en letras de oro, mientras que los que realmente, tienen el mérito, se han quedado en el limbo de lo desconocido. Por regla general, cuando me dicen que alguien que hizo algo, pertenecía a una familia pudiente, y que hacia tal o cual cosa por hobby, desconfío, y pienso, nunca sabremos a quien debemos de agradecer que hoy disfrutemos de algo, pues siempre habrá mercaderes de la verdad en la historia.
Las medallas se las pone el que sobrevive por haber corrido más rápido en su huida, el valiente, murió defendiendo su honor y nunca recibe mayor distinción que el recuerdo de su familia. Y si la recibe, bueno, normalmente, nos hacemos una idea de porque puede ser.
Que triste es un mundo, en que tengamos que dudar de la honorabilidad de nuestros congéneres, pues es mayor las ansias de fama y riqueza, que el orgullo de reconocer el trabajo, la virtud y la genialidad de los que nos rodean.
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