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jueves, 9 de noviembre de 2017

Gilipollismo ilustrado

Hace muchos años, unos 30. Yo era apenas una niña que no entendía muy bien el parloteo de los adultos, que en ese momento se llamaban "los mayores". Y había un termino para definir a las personas más bien descerebradas, que le daban importancia a aquello que no tiene ninguna, que se gastaban el dinero que no tenían en comprar cosas inútiles, y que se pasaban la vida aparentando que tenían mucho cuando carecían de todo. A esas personas se la definía como "gilipollitas". Nadie hacía caso a un gilipollitas, nadie les escuchaba, y carecían de cualquier tipo de amistad. La verdad es que ni siquiera tenían conocimiento reales de nada, y sus aburridas conversaciones alejaban hasta a los pájaros de campo. A nadie le interesaba cual era su última compra absurda, ni que había echo para aparentar una vida superflua. Ya sabía todo el mundo que en su cabeza no había más que lo que había en su vida, es decir, nada.
Los gilipollitas eran minoría, una minoría molesta, pero que se toleraba como se tolera cualquier otra. Pero ahora son un auténtico cáncer. Las personas normales se han convertido en gilipollitas. Y muchos de estos gilipollitas, son personas con estudios y con edades avanzadas, de las cuales se espera un cierto criterio y madurez. Sin embargo, encontrar un ápice de sensatez en un gilipollitas es como ir a navegar en busca de elefantes.
Todos podemos caer en el gilipollismo, pensar que comprando cosas inútiles o haciendo estupideces, nos sentiremos mejor, ya que los gilipollitas se empeñan en decir una y otra vez, que son más felices que el resto. En realidad, no saben ni lo que significa ser feliz, como muchas otras cosas. Pero si nos imponen al resto su visión subrealita de la vida, y caemos como inocentes animalitos.
La única manera de no caer en el gilipollistmo, es pensar. Algo complicado cuando los gilipollitas dominan los medios de comunicación e Internet. Pero se logra, solo hay que mirar con detenimiento y pensar, "madre mía, si que es gilipollas si". Y parece como una frase mágica, que nos anima a echar una buena siesta, leer un buen libro, o cualquier cosa sana que realmente nos apetezca hacer que no sea aguantar a un gilipollitas y sus tonterías.
Apreciado lector, no pierda el tiempo, no se deje llevar por los gilipollas, y haga lo que a usted le apetezca y le de la real gana de hacer, y nada más.

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