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jueves, 7 de julio de 2016

Diálogos de besugos

Es increíble como llega a afectar a nuestro cerebro y a nuestro forma de relacionarnos con los demás, aquellas cosas que oímos y leemos todos los días. ¿Cómo es posible que cambiemos tanto sin darnos cuenta?
Yo llevo toda la vida viendo esos debates televisivos que independientemente de lo que hablen, realmente no dicen nada. Es lo que en castellano llamamos un diálogo de besugos, una conversación que ni tiene sentido ni tiene valor alguno, pues con ella no se llega a ninguna parte, ni se soluciona nada.
Pues ya es cada vez más normal que la mayoría empecemos a dialogar como besugos, queriendo tener la razón porque sí, hablando y contando lo que queremos decir, sin dejar hablar o intervenir al otro. Es como si juntásemos diferentes monólogos de temas que no tienen nada que ver el uno con el otro, y los fuéramos intercalando dando a entender que es un diálogo, cuando son dos monólogos. Y cuando de repente uno de los dos quiere intervenir en el monólogo del otro, la discusión se acalora y empieza los gritos, y el "tu no sabes nada, porque yo sé más que tu".
Probablemente el hecho de haber escrito y dirigido teatro, me da la oportunidad de salir del contexto en donde estoy y verme a mi misma en esta situación absurda, pero realmente cada vez es más común, así que cualquiera puede darse cuenta de la parodia que vive. Supongo que si escribiera una obra de teatro y colocara unos cuantos diálogos de besugos, la gente o bien se perdía o bien se reía, pero muy pocos se verían reflejados en algo cada vez más cotidiano.
Así que primero la televisión nos ha enseñado a no pensar, luego a pensado por nosotros y ahora nos deja tan agilipollados que ni siquiera sabemos mantener una conversación donde exista intercambio de información.
Hemos avanzado tanto culturalmente, que hemos olvidado como escuchar, como leer, como escribir y ya también hemos olvidado como hablar.

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