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martes, 19 de julio de 2016

80 años sin libertad

En julio de 1936 España fue atacada violentamente, destruyendo cruelmente lo más hermoso de su cultura y de su gente, su libertad.
Soy una de esas pocas personas afortunadas que han conocido a la mayoría de sus abuelos, e incluso a uno de sus bisabuelos, el cual nació en el año 1900. Y lo que más me ha sorprendido de ellos, es sus ganas de vivir, su amor a la libertad y su mentalidad tan abierta y tan sincera, cosa que es casi imposible encontrar en las generaciones que nacieron a partir de 1936.
La guerra civil española no solo destruyo el país, no solo lo dividió en dos bandos, sino que acabó con la mentalidad abierta y plural de un pueblo, mentalidad que aun hoy en día, algunos historiadores intentan enmascarar y destruir.
Algunos nos cuentan que los españoles nacimos para ser esclavos y que siempre hemos aceptado sumisos las ordenes del poder,  nos cuentan que no convivíamos entre nosotros y que las diferentes culturas y etnias que vivían juntas sobrevivían aisladamente.  Nos cuentan que nuestra religión siempre a sido la católica, y que siempre hemos tenido cierta castración sexual. Estas y otras serie de aberraciones son las que algunos han convertido en la historia de mi país, que no es ni mucho menos lo que realmente era, pero sí es lo que aun hoy nos hacer ser. Actualmente también nos dicen como somos, y nos hacen creer que debemos ser de una manera determinada, e incluso nos aleccionan para que la gente de fuera tenga una visión de nosotros totalmente surrealista.
Para mí es una absoluta vergüenza y es totalmente indigno que me digan que yo he nacido para ser sumisa, esclava y asexuada, y mucho menos católica. No lo he sido nunca, como no lo han sido mis antepasados, pero hemos tenido que callar la boca y sufrir toda la vida la persecución en todos lo ámbitos de la vida, tanto yo como mi familia. A pesar de eso, se joden bien porque no han conseguido lavarnos el cerebro ni quitarnos la libertad, pues esa va en el alma y es imposible de arrancar. No importan que me hayan adoctrinado estos hijos de puta, desde la mas tierna infancia en colegios y demás, mi sangre española es más poderosa que todo eso, y es caliente como el sol que quema estas tierras, y tarde o temprano de alguna forma vuelve a su ser.

No soy de una raza, soy de mil razas,
no soy de una tierra, soy de miles de ellas
no tengo ningún rey, pues solo a la libertad soy fiel
y mi destino solo está marcado por los pasos que en el camino voy dando.

Cuando era niña, teníamos una poesía que a todos nos gustaba, tanto que para nosotros debería haber sido la letra del himno nacional, ya que la fuerza de estas palabras hacen que la sangre empiece a hervir, y que al leerla te des cuenta de que dentro de ti, hay algo que te hace sentir orgulloso de tus raíces, y es que somos iguales a todos los seres del planeta, y por saber eso, y no esconderlo, somos diferentes.

"La canción del pirata". Jose de Espronceda

Con diez cañones por banda,
viento en popa a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman
por su bravura el Temido
en todo el mar conocido
del uno al otro confín

La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata
cantando alegre en la popa
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Estambul

- Navega, velero mío, sin temor
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.
Veinte presas hemos hecho
a despecho del inglés
y han rendido sus pendones
cien naciones a mis pies.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar. 

Allá muevan feroz guerra ciegos reyes
por un palmo más de tierra,
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío
a quien nadie puso leyes.
Y no hay playa sea cualquiera,
ni bandera de esplendor,
que no sienta mi derecho
y dé pecho a mi valor

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar. 

A la voz de ¡barco viene!,
es de ver cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar:
que yo soy el rey del mar
y mi furia es de temer.
En las presas yo divido
lo cogido por igual
sólo quiero por riqueza
la belleza sin rival.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar. 

¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río:
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena
colgaré de alguna antena
quizá de su propio navío.

Y si caigo, ¿qué es la vida?
Por perdida ya la di
cuando el yugo del esclavo
como un bravo sacudí.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar. 

Son mi música mejor aquilones
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

Y del trueno al son violento,
y del viento al rebramar,
yo me duermo sosegado,
arrullado por el mar.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar. 

Recitado por el actor Francisco Rabal, este poema toma más fuerza aún si cabe.


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