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lunes, 15 de diciembre de 2014

Pobre Cervantes

En la obra más conocida del gran escritor Miguel de Cervantes, llamada el Quijote. Hay una frase que nos ha costado a los ciudadanos miles de euros. Es aquella que dice "En un lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme". Sesudos científicos, han llegado hasta a medir los pasos de un burro para encontrar el lugar, y han llegado a decir, que Cervantes lo que hacía era darnos un acertijo, para descubrirlo en el futuro. Yo lo que he descubierto, es que la investigación hoy en día, es la cosa más inútil, manipulada y desaprovechada que existe. Habiendo tantas cosas por hacer, deciden invertir en algo, que a continuación, gratuitamente, le voy a explicar al lector.

En Castilla, y lo sé porque gran parte de mi familia es castellana, se dice "al pan, pan y al vino, vino". Es decir, que hay que llamar a las cosas por su nombre, sin dar rodeos ni explicaciones inútiles. Eso quiere decir que Cervantes, que era castellano, nunca diría esa frase, queriendo que los lectores, se pusieran a contar los pasos de un burro.

Cervantes, dejo un legado humano y social en el Quijote, y en todas sus obras, realmente inmenso. Y eso sí debería ser estudiado. Sin embargo, cuando decía que no se quería acordar de nombre del pueblo, él lo que indicaba, es que no quería poner ninguna tacha, ninguna mancha a un pueblo dando su nombre. Pues el personaje principal era un tarado, ciudadano de ese pueblo, que él no menciona, por respecto a los residentes en el mismo, y para librar de curiosos, y acusadores, a los habitantes de este, de a saber que críticas y maldades. Que eso es lo que los Españoles solíamos hacer. Y todavía hacemos, por poner un ejemplo, Puerto hurraco, no es un pueblo famoso por la amabilidad de sus gentes, si no por los asesinatos que se dieron allí.

Así pues Cervantes quería justo lo contrario de lo que han hecho los actualmente forrados investigadores, que es que no se supiera nunca nada sobre el pueblo y sus ciudadanos. Y que el que se diera por aludido callara, para que todo permaneciera en el muy maravilloso anonimato.

Si los ciudadanos pudiéramos influir en lo que debemos invertir nuestro dinero o no, evitando este derroche, que no nos podemos ética, ni moral, ni económicamente permitir. Nuestro mundo avanzaría más rápido, y mejor, en la buena dirección, que por supuesto es la del bienestar de todos, y no de unos pocos listillos aprovechados.

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