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miércoles, 17 de septiembre de 2014

Ombliguismo

Los españoles tenemos un defecto muy grande, sufrimos de ombliguismo. Pensamos que somos el peor país del mundo respecto a algunas cosas, y al mismo tiempo, pensamos que somos el mejor país del mundo respecto a otras. En qué somos mejor o peor, solo dependerá de la persona a la que le preguntemos.

Deberíamos ser conscientes que al igual que pasa con las personas, los países son mejores que otros en algo, y peores que otros en algo. Pero todo es circunstancial, puede mejorarse o empeorarse, y depende de multitud de factores. Sobre todo, depende de la voluntad del ciudadano por querer cambiar su entorno.

Pero el obliguismo es un defecto muy grande. Ya que puede hacer que una persona termine aislandose socialmente, debido a que se empieza por pensar que su país es diferente, al resto del continente, luego es su provincia la que es distinta al resto del país, luego su ciudad, su familia, y al final es uno mismo es que no es parecido ni por asomo al resto de la humanidad, un incomprendido etc. En mi opinión, el ombliguismo puede ser muy negativo para la psique humana.

Hay que ser consciente de que todos somos diferentes, y de que nos movemos en sociedad, por nuestras afinidades, pero también por nuestras diferencias. Esto nos hace enriquecernos como personas, intelectual y psicologicamente hablando.

La autocrítica es fundamental para no caer en el ombliguismo. Por ejemplo, cuando alguien me dice que le gusta lo que escribo, o mi trabajo en general, me anima a seguir trabajando. Pero cuando alguien me critica, de forma a veces, poco constructiva, me anima a hacer las cosas mejor. El desanimo,o el sentirme el ombligo del mundo, tanto en el caso positivo, como en el negativo, es un problema solo mío. Puedo intentar aprender de los demás, o puedo autodestruirme tanto profesional, como emocionalmente.

Puede que estemos muy acostumbrados a compartir de forma excesivamente efusiva, tanto lo bueno como lo malo. Pero deberíamos meditar más lo que aprendemos de las cosas, a solo limitarnos a compartirlas de forma compulsiva. Es bueno compartir cosas, pero hay que dejarnos para nosotros mismos, y para la absoluta intimidad, nuestros pequeños tesoros. Sobre todo, porque no hay nada más humano, que la gente sepa de ti, sin que tu digas nada.

Vale más un minuto de silencio, que cien millones de palabras.


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