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lunes, 2 de enero de 2017

Parásito social

Lamentablemente en nuestra sociedad abunda un tipo de persona que vive en el pasado, y que se ha convertido en un parásito social. Durante su vida la sociedad le ha vendido algo irreal, algo que en un periodo de la historia de los países más avanzados tecnológica y culturalmente hablando, sí existió, pero la realidad actual, es bien distinta y muchos han optado por cerrar los ojos a la realidad y empeñarse en buscase la vida en un futuro que solo existe en su esperanza y su imaginación.
Las sociedades avanzan, las revoluciones existen, y el mercado cambia. Y toda persona con madurez e inteligencia suficiente, debe adaptarse a esos cambios antes de que estos le den un golpe de realidad que les suponga un trastorno no solo emocional, sino también económico y social.
Al comenzar la crisis en España, muchos se despertaron y al ver la imposibilidad de un futuro a largo plazo, decidieron salir a otros países para continuar con sus proyectos. El salir de un país para encontrarse con una nueva cultura, implica unos cambios a nivel personal muy importantes, tanto que esa persona madura en poco tiempo, lo que no pudo madurar en su país de origen. Sin embargo, esto de poco sirve cuando nos empeñamos en vivir en el pasado, es ese mundo en el que soñábamos, en el que nos vendieron, pero que ya no existe.
La realidad actual es bien distinta a la que nos venden. No es cierto que las inversiones en investigación estén en auge, no es cierto que el nivel cultural en el mundo civilizado esté subiendo la gráfica gaussiana. Es más bien al contrario. Lleva un ritmo acelerado de descenso, y este dentro de poco llevará a la parte más baja, haciendo que el tipo trabajo para el que gran parte de los ciudadanos se han preparado, desaparezca.
La renovación es inminente, y solo el que tenga visión se preparará adecuadamente para el cambio. Los cambios pueden gustarnos o no, pero se producen.
Uno de los cambios más grandes en la historia fue la revolución industrial. Cuando ya de nada servía saber como sembrar, cultivar, arar, cuidar a los animales de granja etc. Todo el saber ancestral con tanto valor durante cientos de años ya no tenía sentido, de un día para otro la sociedad tuvo que aprender a convivir, trabajar y manipular máquinas. Máquinas que eran de unos tamaños y un manejo que si una persona del siglo XXI le dijeran que trabajara con ellas, lo consideraría una auténtica locura y una temeridad. Pero ese es el reflejo de la evolución  humana, el cambio constante en la dinámica de nuestro propio funcionamiento como sociedad.
Al igual que ocurrió con la revolución industrial, se produce un cambio en la organización del trabajo. No han dejado de existir agricultores y ganaderos, pero el número de personas que se dedican a este tipo de trabajo a disminuido considerablemente en los últimos 100 años, y esto ni es bueno ni es malo, es el cambio natural de la cosas. De la misma forma, las personas que se han preparado para hacer determinados trabajos, si en su país de origen hay demasiados y la competencia es demasiado grande, es normal que tengan que competir muy duramente y no siempre consigan su sueño.
En este proceso, se pierden cosas. Cosas muy importantes, como es saber el porqué se hace algo, el objetivo real de nuestra existencia. Perdemos la razón y la capacidad de razonar, nos obcecamos en pensar que nuestro sueño es trabajar en algo, en vez de pensar que nuestro objetivo, que es el que nos lleva a la autorealización y a la felicidad, puede que no tenga nada que ver con los planes e ideas preconcebidas que hemos tenido a lo largo de nuestra vida.
Este empeño en conseguir algo, que lo consigamos o no, no nos va a dar la satisfacción que buscábamos, puede causarnos graves problemas de sociabilidad. Nos puede convertir en personas frustradas y agresivas. Náufragos en un mar desconocido cuyo fondo en negras aguas es imposible de distinguir.
La única manera de salir de este caos autodestructivo en el que uno mismo se ha metido, es una especie de revelación. De repente un día, nos damos cuenta de que vivimos en una mentira, que solo nos creemos nosotros, que damos una imagen no solo al mundo, sino a nosotros mismos de algo que nos desagrada profundamente pero que nos hemos acostumbrado a ser. Somos de repente, no quien realmente queremos ser, sino lo que la sociedad nos ha dicho que debemos querer ser. Esta epifanía se nos aparecerá cuando menos lo esperemos, pero debemos buscarla, debemos ser conscientes de que algo falla en nosotros, y de queremos ser felices y autorealizarnos. Cuando llegue el momento, seremos valientes, y cambiaremos nuestros vidas, contra viento y marea. Y desde ese preciso instante, ya no habrá vuelta atrás, nuestra vidas cambian, nosotros volvemos a ser quien realmente somos, nos sentimos orgullosos de nosotros mismos y podemos progresar en este nuevo mundo real, que nos espera con los brazos abiertos y que nos va a recibir con los más altos de los honores.
El éxito en la vida, viene cuando uno decide encontrar su propio camino y tiene el valor suficiente para tomarlo.

"Caminante, no hay camino, se hace camino al andar" 
Del poeta Antonio Machado

Joan Manuel Serrat

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