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sábado, 7 de enero de 2017

Dos bandos

Es increíble, pero hoy por hoy hay dos bandos, el de los que quieren abrir su mente, y el de los que la cierran a cal y canto.
Reconozco que para abrir la mente hay que ser una persona valiente, porque implica tener que aceptar cosas increíbles, y tener que aceptar que otros con la mente cerrada no quieran abrirla. Pero es como decidir si uno quiere vivir el resto de su vida sólo, en la frialdad de un hogar inhóspito y frío, o decidir salir a dar un paseo por un campo verde con un sol cálido y radiante. Me parece mejor la segunda opción, así que he optado por esta última.
A veces, nos pasamos de un bando a otro sin darnos cuenta, entre la credulidad y la incredulidad, entre la curiosidad y la negación total. Es como si el niño curioso se peleara con el adulto gruñón todo el tiempo, pero ambos viven dentro de nosotros.
Hay personas que han decidido hacer una lista de cosas en las que creer y denostan el resto, lo cual es una incoherencia en si mismo. Y resulta no solo absurdo, sino estúpido.
Por ejemplo, hay personas que tienen fe ciega en la magnificencia del universo, y se pasan la vida estudiando el tema, pero si les hablas de civilizaciones en otros planetas casi te tiran un libro a la cabeza. Lo cual es absurdo, si una persona reconoce que el universo es inabarcable para la mentalidad humana, es razonable pensar que no sabemos todo del universo, y si no lo sabemos todo, cómo podemos negar nada.
Algunos le han puesto un calificativo a las personas que viven más a gusto con su lista absurda, los llaman "negacionistas". Es como un chiste, como si a un niño le dice su padre, "los reyes magos no existen", y el niño es tan creyente en algo que le da una recompensa emocional y material, que se enfrenta a su padre en vez de escucharle.
Un mundo apasionante es la magia. Y me voy a centrar en la magia que hacen los magos con trucos, esa que a todos nos hace vibrar de emoción. Buscamos el truco, pero no lo encontramos y eso nos fascina. Sabemos que truco tiene que haber, y eso nos relaja, pero también nos inquieta no saber cual es ese truco, y nos engancha a seguir mirando embobados al mago, que nos manipula en todo momento a su antojo. A estos magos, también se les conoce con el nombre de "ilusionistas", porque nos hacen ver algo que no hay. Así que... ¿quién puede decir sin miedo a equivocarse, que vivimos en un mundo de ilusionistas, donde creemos lo que vemos aunque sea falso, y no creemos lo que no vemos pero sin embargo es real?
A mi me encanta la fantasía, pero siempre y cuando sea muy consciente de que es eso, falso, pero nunca voy a negarme a nada, siempre soñaré y tendré la mente abierta como los niños, que cuando ven el truco del ilusionista no piensan en el truco, piensan en la sensación que les ha proporcionado. Y luego, buscan como aprender a hacer el truco ellos mismos. De esta forma, los niños aprenden a distinguir la realidad de la ficción. ¿Pero los adultos?, ¿sabemos distinguir la realidad de la ficción?. Quizá nos da tanto miedo la realidad, que la consideramos ficción, y nos gusta tanto la ficción, que la consideramos realidad. La única solución, para este dilema, es aquello que hacía Albert Einstein, relativizar y ver las cosas desde todos los puntos de vista posibles, por eso era tan listo.

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