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lunes, 4 de abril de 2016

Malas noticias

A veces no nos damos cuenta de que nos hacen vivir en un mundo tan alejado de la realidad, que podemos estar totalmente locos y ni siquiera darnos cuenta.

El otro día estaba viendo por casualidad las noticias, y hablaban sobre lo mal que lo está pasando Venezuela, contando con excesiva exageración y con manipulación total todas y cada una de las imágenes y entrevistas. Pero esta vez, en vez de indignarme como otras veces, me dio por sonreír, pero no porque sea gracioso, que para nada lo es, sino porque era una comedia tan mala, estaba hecho tan mal todo, era todo tan falso, que si alguien caía en la manipulación de la información, es porque estaba totalmente perdido. Y me temo que perdidos hay demasiados.

Le preguntaban a una mujer Venezolana que si algún día había estado sin comer, la mujer contaba que si. Y lo pintaban como algo dramático que nunca pasaría en un país civilizado de la unión europea como España. Pero eso es porque no han salido a la calle y han hecho un reportaje real sobre lo que ocurre en España, porque aquí hay millones de personas que no saben si van a comer o no mañana, y eso que aquí no hay terrorismo islámico (de momento), ni guerra, ni posguerra, ni nada de eso.

¿Pero cómo es posible que millones de Españoles sigan viviendo en el país de las maravillas?. Pues ni idea. Sí es verdad, que les pasaba lo mismo a los habitantes de París, a los de Bruselas, y a otros más que se han dado cuenta, de que no viven en el país de las maravillas. Que sus vecinos no son felices, y muchos de ellos tampoco saben si van a comer mañana. ¡Que espanto!¡Que horror!¿Cómo puedo decir algo así?. Dirían muchos que leen esto, pero no me lo invento. No soy tan pesimista, ni tengo una imaginación negativista o algo así. Solo cuento la verdad, y si usted que lee esto no me cree, es porque no ha salido a preguntar a la calle, porque usted no tienen contacto con el mundo real, porque por motivos diversos se ha alejado de la realidad social y solo sabe lo que le dicen que debe saber.

Y antes de dudar de lo que escribo, sepa el lector que yo veo y oigo historias así todos lo días, y no por internet ni porque alguien me las cuente en tercera persona. A mí me lo cuentan en primera persona, me transmiten su dolor y me dan las gracias cuando les he ayudado en lo que he podido ayudarles. Porque no tiene mérito dar limosna de lo que a uno le sobra, tiene mérito dar lo poco que tienes si sabes que eso ayudará a que alguien pueda tener esperanza. Y normalmente, no es dinero lo que la gente necesita, para nada.

Yo no le digo que para saber la realidad social, se tenga que ir una semana a vivir con mendigos, o meterse en un puticlub y preguntar a las trabajadoras del sexo que tal les va. Le digo que salga a la calle, y que hable con las personas normales, que en vez de mirar para abajo, que mire a los ojos de la gente, que retenga su mirada y que comprenda. Que intente comprender el sufrimiento que esas personas como usted con peor suerte están viviendo, pero que usted podría ser mañana mismo esa persona, aunque su imaginación lo niegue, la posibilidad ahora es más palpable que en la crisis del 29. Y que si usted es uno de esos afortunados que llaman despiertos, y que ha abierto los ojos, y ha visto la realidad, por favor, si no queremos acabar todos en campos de concentración o algo peor, intente abrir los ojos de los demás, y sobre todos si son personas queridas.

El amor hippy no nos salvo de la guerra de Vietnam, la libertad sexual no nos salvó de las dos guerras mundiales. Las religiones no han impedidos las guerras, las han provocado. Ahora hay que inventar una manera de frenar el desastre total, pero solo podemos descubrir como entre todos.

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