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martes, 21 de junio de 2016

La guerra del futbol

Estas últimas semanas las noticias no hacen más que repetir las mismas imágenes violentas en las que los hinchas de diferentes equipos de fútbol dan un claro ejemplo de lo que siempre han sido, pero que algunos solo muestran cuando les conviene.

A mí me gusta el futbol, pero el bueno, el de verdad, el que juegan deportistas por pasarselo bien y por dar un buen espectáculo a los que van a verlos. Lo que no me gusta es el negocio, ni los de llevan unos colores tatuados en el culo como si pertenecieran a una tribu de salvajes o algo parecido. Eso no es fútbol, eso es ser una animal peligroso de dudosa inteligencia.

Cuando era pequeña, que es cuando comencé a fútbol, pensaba que los equipos de fútbol se componían de deportistas que vivían en la ciudad o pueblo que daba nombre al equipo. Pensaba que esa gente tenía un trabajo que les gustaba, y que era sano ya que era un deporte. También, pensaba que los futbolistas eran trabajadores como lo somos todos y que sus vidas eran como las de cualquier otro mortal. Que equivocada estaba, no podía ni imaginar, que los futbolistas son mercancía bien pagada que se utiliza para todo salvo para hacer su trabajo. No sabía que los futbolistas se vendían como si fueran coches que van perdiendo potencia con el paso de los años, ni sabía que no importaba si jugaban bien o mal, ya que lo que contaba era el dinero que se podía ganar a su costa. Es decir, que lo que hoy llamamos fútbol, no es un deporte y tampoco lo llamaría fútbol sino negocio poco limpio.

Así que cuando veo a todos esos animales dándose de leches entre ellos defendiendo unos falsos dioses no me siento en absoluto afectada emocionalmente, ya que para mí son fieras salvajes demostrando su masculinidad. El problema es que no es casual que estos animales dañen personas y cosas que encuentran a su paso y les voy a contar una historia muy curiosa que les va a hacer pensar.

Cuando era jovencita me pateaba el pueblo en el que vivo de arriba abajo, y como se me quedó pequeño pronto pues también me pateaba el vecino. Por ello conocí a mucha gente muy diferente, y como nunca he dicho que no a conocer a alguien sea como sea. Y aunque algunas veces las personas que conocí podían asustar bastante a mis ojos todos somos bastante parecidos, solo hay un aspecto o una coraza que nos ponemos, y en ese momento de mi juventud tenía claro que ningún perjuicio me iba a impedir a mi, conocer a la gente. Por tanto, como comprenderán mis amigos y conocidos eran muy muy diversos, y eso hacía tener una red de comunicación muy amplia, enterándome de cosas que de otra forma sería imposible que supiera.

En mi barrio, que en aquel entonces era un barrio lleno de bares de copas, donde los fines de semana empezaban el jueves y la gente llenaba las calles feliz por ir a emborracharse o feliz por haberlo conseguido aun de día y con algo de calderilla restante para el día posterior. Empezó a ser costumbre algo que durante los primeros años de movida, no pasaba. Y es que no se sabe bien porqué, de repente empezaron a haber peleas todos los fines de semana. Lo que era un barrio tranquilo donde pasarse lo bien, se estaba convirtiendo en un barrio peligroso. Nadie sabía muy bien porqué comenzaron las peleas, pero como el lector se imagina, algunos de los energúmenos que se peleaban, lo conocía por alguna razón de forma indirecta. En una bando estaban los skin head, o neofascistas, que todavía llevaban uniforme algunos de ellos con una bomber verde, o cazadora de piloto. En el otro bando estaban los red skin o neoanarquistas, que vestían con colores llamativos y pantalones a cuadros.

Aun recuerdo aquel día en el bar, donde yo me estaba tomando una cerveza con unos amigos, y entró a saludar el hermano de uno de ellos, que era un enorme chico de menos de 17 años con ideología y apariencia de skin head. El chaval comentaba que pronto iniciaría la pelea de todos los días con los red skin, y que habían quedado en tal sitio. Lo más curioso, es que el chico en cuestión era muy amigo de un compañero de instituto famoso por ser red skin, es decir, que los muy hijos de puta, solo montaban un pollo todos los fines de semana, para romper todo lo que podían y formar escándalo, La razón no era ni política ni ideológica, era una mafia de narcos del pueblo que quería cambiar la zona de copas a una fuera del pueblo donde pudiesen traficar mejor, y para que los vecinos obligasen al ayuntamiento al cierre de los bares, tenían que realizar las peleas constantes.

Nada es lo que parece ¿verdad?. Ya saben, si los radicales del fútbol no se están pegando por el fútbol, ¿por qué se pegan en las calles?. ¿Qué hay detrás?

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