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jueves, 26 de septiembre de 2013

La educación española

¿Es clasista la educación en España?¿Todos los españoles pueden acceder en idénticas condiciones a la educación?¿Existe igualdad de oportunidades?¿Es mejor la educación pública que la privada?¿Quienes son los culpables del fracaso escolar? ¿Existen métodos educativos más eficaces que no se están aplicando?¿Qué es lo que se les exige a los estudiantes?¿Existe un control real sobre la docencia y los docentes?¿Es todo válido a la hora de educar?¿Se escucha al alumnado?¿Existe indefensión del alumnado frente al profesorado y viceversa?¿Sirve la educación para el empleo?¿Es acorde el gasto económico con la calidad de la enseñanza?

La educación española

La educación española

La educación española es clasista desde su origen. Desde el momento en que existen tres tipos de centros educacionales; público, privado y concertado (ni una cosa ni otra). Se divide a los estudiantes en función de su posición económica y de su estatus social. ¿Si la educación es igual para todos?¿Por qué en unos centros es mejor que en otra?.

Todo el mundo quiere tener una buena educación y quiere que sus hijos la reciban, pero tendría que darnos igual el centro, siempre y cuando el gobierno, y todas las redes de las que dispone para garantizar una buena educación, se cumplieran. Pero, no es así. Los colegios privados parecen tener más paciencia a la hora de ensañar a sus alumnos. Mayor dedicación y mayor preocupación por el alumnado. Mientras que en los públicos, se impone la ley del más fuerte, o del más rápido en buscar apoyos fuera del colegio, como academias, etc. Hablo de colegios, pero pasa exactamente igual en institutos y universidades.

Desde luego, los mejores profesores no están en los centros privados, ni tampoco en los públicos, hay de todo en todos ellos. La única diferencia es la posición y libertad de los docentes, a dar mejor o peor las clases. Es decir, fuera de la profesionalidad del docente, existe una falta total de responsabilidad por parte de los centros públicos. De que los alumnos aprendan. El que un alumno supere un examen, no implica que haya aprendido. Pero si en un centro privado, se considera importante que no queden lagunas de aprendizaje, en un centro público lo que se recomienda a los padres y a los alumnos es a buscarse clases de apoyo. ¿Clases de apoyo? Reconocen los profesores de tal forma su fracaso como educadores que directamente te mandan a buscarte la vida fuera del centro, increíble.

En resumen, diríamos que cuando uno estudia en centros públicos, aprende a buscarse la vida, mientras que si estudia en centros privados, aprende a labrarse un futuro profesional. Y de aquí surgen los problemas sociales. Los alumnos de colegios públicos no tienen las mismas posibilidades, porque ya se las han cortado de raíz durante sus estudios, los propios educadores. Mientras que en los colegios privados se esfuerzan en que todos los estudiantes tengan un gran nivel de aprendizaje y de conocimientos, que puedan poner en práctica los alumnos con rapidez. En un centro público, te entorpecen más que te benefician, ya que no dejan lugar a creatividad, ni a pensamiento liberal. Te coaccionan para que memorices cosas inútiles que al poco olvidaras, facilitando tu incorporación a la empresa como esclavo desde el primer día. Hay cada vez menos casos de mentes brillantes, que con una educación puramente pública, que hayan llegado lejos en sus carreras profesionales, y para mí, el sistema educativo de los últimos 70 años es el problema. Hay que reconocerlo, eran más inteligentes algunos analfabetos de principios del siglo XX que algunos doctorados del siglo XXI.

¿Quiénes son los culpables del fracaso escolar? Yo aquí repartiría de forma uniforme las responsabilidades. Desde el ministro de educación, que no tiene ni idea de hacer su trabajo, ni empeño le pone, hasta el alumno que se duerme en clase y no es capaz de decirle un día a sus padres “papa, mamá, aprendo más jugando a la consola que en las clases del colegio”. Todos tenemos un poco de culpa. Los niños están en su proceso de aprendizaje, y debemos aprovechar ese momento, motivándolos cada día, cada minuto y cada segundo. No dejándolos dormirse sentados en el pupitre.

No se puede tolerar nunca que un número elevado de alumnos suspenda, o se aburra en las clases. Los educadores son los guardianes del alumnado y deben velar porque estos aprendan de forma rápida y eficaz día tras día. Si hay un fracaso, y no se ha podido evitar, probablemente lo que ha faltado en una comunicación eficaz entre el alumno y sus profesores. Y aunque el alumno debe acostumbrarse a decir lo que le ocurre, el profesor está obligado a preguntar y a insistir constantemente en el aprendizaje de cada uno de los alumnos que tenga. Y el número de alumnos no es una excusa, un buen profesional de la educación, sabe tratar igual a 20 alumnos que a 150, para eso hay medios suficientes al alcance de los educadores.

¿Existen métodos más eficaces que no se están aplicando? Por supuesto los educadores se adaptan a las nuevas tecnologías en función de sus capacidades. Pero hoy por hoy, aún existen muy buenos profesores que utilizan un ábaco para enseñar aritmética a sus alumnos. Lo que quiere decir, es que no por tener el último modelo de enseñanza informatizada, se es mejor profesor. Pero si se mejora la enseñanza, si el profesor día a día va a aprendiendo como enseñar a cada estudiante y no utilizar en mismo método para cientos de estudiantes. Y no digo nada que no sea posible, otra cosa es que los profesores estén preparados para esto. Que quizá es el problema real. Tenemos docentes, que no son docentes ni de profesión (no han estudiado docencia) ni de vocación (están ahí porque no había nada mejor).

¿Es todo válido a la hora de educar? Es obvio que no. Los gritos, el maltrato psicológico al estudiante, el no dar toda la información a este para pueda aprender adecuadamente, etc. Debería estar penado con la expulsión inmediata del profesor como docente, sin posibilidad de que pueda volver a ejercer en ninguna parte. No como he visto yo cuando era niña, que un profesor abofeteo a un alumno sin más, y no tuvieron represalias con el profesor, aunque si con el alumno, ya que el pobre muchacho, tuvo todo el año a su maltratador como profesor, con lo que psicológicamente para un niño de 10 años esto puede significar, y por cierto, era un colegio concertado. Y esto aclara otra de las preguntas, no hay control suficiente por parte de la administración de los centros, de sus propios docentes. Es como si cada uno pudiese hacer lo que le venga en gana dentro de su clase, sin tener que dar explicaciones a nadie, ni a los alumnos, ni a sus padres, ni si quiera a la dirección del centro.

Pero los alumnos, que los hay de todos los tipos, por muy maleducados y molestos que puedan ser, siempre tienen las de perder, y los profesores lo saben. Hay algún profesor que dice estar amenazado por el alumnado, y estar temeroso del comportamiento de los chavales en los institutos. Pero yo me pregunto, si los chavales hubiesen tenido una buena educación y la atención debida desde primaria, no llegarían a existir conflictos en los institutos. Y si se dan conflictos entre educadores y alumnos, desde luego hay que evitarlos de forma educada, no con peleas, insultos, maltratos, etc. Que a veces parece más infantil el profesor y la dirección del centro, que los alumnos. No hay niños de tercera, pero sí hay pésimos educadores.

Cuando un chaval de un barrio obrero va al instituto, sabe que su felicidad se acabará pronto. Ya se está buscando trabajo antes de acabar el instituto, y ya se busca la vida como puede para poder salir con sus amigos. Mientras que un niño de un barrio bien, cuando va en al instituto, solo se preocupa en aprobar los exámenes para entrar en la universidad y labrar un futuro prometedor.

Hoy por hoy no se le puede decir a un chico pobre, que estudiar le va dar empleo, porque sabe que no va a ser así, ya que no podrá permitirse el lujo de estudiar. Un chico de clase media podrá soñar con un futuro prometedor, aunque difícilmente consiga su sueño. Y un chico rico, cumplirá su sueño, si tiene suficiente fuerza de voluntad para no abandonar antes de tiempo.



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