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viernes, 15 de septiembre de 2017

La vida como una anuncio de refrescos

Nos venden constantemente con una música estridente y unas sonrisas relucientes una vida falsa y fría. Llena de sensaciones chisporroteantes como la gaseosa de los refrescos. La vida como en uno de esos anuncios que nos muestra la publicidad. Pero la vida no tiene nada que ver con eso, y además es una suerte que no se parezca en nada, sin embargo muchos se empeñan en tener una vida vacía y absurda como nos enseñan las películas de Horribud y la publicidad. Me acuerdo de aquella canción que decía, "quiero ser un bote de colón, salir anunciada por la televisión". Hubo un momento en el que la juventud denunciaba toda esa sociedad basura. Donde el marketing no engañaba a nadie, y la mayoría de los jóvenes buscaban algo más en su vida que no sea una marca de zapatillas o el último modelo de nada. La mayoría de esos jóvenes que ahora cumplen los 50 años, fueron destruidos por las drogas. Y pocos han sobrevivido con la esencia natural de lo que se llamó la generación de los 80 y la famosa movida madrileña. Y no es casualidad que esa generación haya desaparecido como si jamás hubiese existido, y solo nos quede de esa época la basura que promocionaba el régimen de refrescos, como los grupos llamados de pijos, que eran "Mecano" o "Los hombres G". Y aunque muchos canten las canciones de Rosendo, y conozca aquel grupo que cantaba para multitudes mucho mayores que las de Mecano o Los hombres G, y que se conocían como "Ñu" y "Leño" en toda la geografía nacional, ya pocos saben de que iba la historia.
Pero yo sí me acuerdo, pues observaba desde fuera, ver a aquellos jóvenes anti sistema, que en realidad no eran anti nada. Solo veían las cosas como eran y defendían su libertad a decir que era así la vida y la sociedad, y no como les querían hacer ver que era. Simplemente no estaban ciegos, ni lo querían estar. Se negaban en rotundo a parecer imbéciles o borregos, a creerse que se podía vivir en la mentira y que los cuentos para niños, esos de fantasía para soñar con una vida hueca. Una rebeldía que no era tal, simplemente era no negar la realidad, y vivir. Porque para vivir, hay que saber como es el mundo, hay que sentirlo como es, con sus matices. Y en ese mundo de fantasía, no hay matices, solo hay unos falsos buenos, y unos falsos malos, y un mundo que apesta pero que nos dicen que es en el que debemos vivir. Un mundo donde el que tiene poder tiene el derecho de joder la vida al prójimo sin castigo alguno. Y ese mundo, falso lleno de hipocresía es en el que vivimos ahora. No es cierto, el malo es aquel que se cree con el poder de dominar la vida ajena hasta el punto de acabar con ella, y puede vestir como quiera, tener el lujo que quiera, pero siempre será la mayor escoria de la humanidad, siempre olerá mal por mucho que se lave. Y siempre será una cucaracha fácil de exterminar, aunque los cuentos nos digan lo contrario.
Solo hay que ver el mundo tal y como es, y nos daremos cuenta de que débil es el que nos venden como fuerte, y que fuertes somos los que nos creemos débiles.
Recuerde el lector, que lo mejor que se puede hacer con un imbécil, es pasar de él. Ignorarlo como todos los anuncios y demás comeduras de tarro sociales que no valen para absolutamente nada.

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