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jueves, 28 de agosto de 2014

Panacea

Dice el refrán "cuando Dios sale por la puerta, entra el diablo por la ventana". Y en una sociedad como la actual, donde se ha perdido el fe en un dios, nos hemos creado una fe inquebrantable en cosas en las que debemos ser muy escépticos.
Voy a poner un ejemplo de andar por casa, algo que he visto desde hace tiempo. Cuando era una niña y me dolía el estómago, me daban una infusión de manzanilla. Y cuando estaba nerviosa y no podía dormir, una tila. La verdad, es que no me gustaba nada tomar agua caliente con sabor raro, pero como funcionaba, y tenía absoluta fe, en que la persona que me lo daba lo hacía por mi bien, pues me la tomaba.
Sin embargo, a no ser que fuera un caso extremo, donde ningún remedio natural, sano y económico, no pudiese paliar un problema sencillo como este, jamás iría o tomaría ningún medicamento para conseguir el sueño o la relajación. ¿Por qué?, pues por que la manzanilla, solo lleva manzanilla, y un medicamento lleva un montón de productos químicos que normalmente son tolerables, pero que puede que con el tiempo, y el abuso, lleguen a no serlo tanto.
Mi pregunta es, por qué se tolera en nuestra sociedad, el anuncio de medicamentos que solucionan todo. ¿Cómo es posible que las personas piensen que sus males, que en su mayoría son psicológicos, y psicosociales, pueden remediarse con una pastillita?.
La medicina es uno de los mayores logros del ser humano, pero la tratamos peor que una moneda de cambio. Comerciamos con enfermos, médicos, enfermeras, etc. Y sobre todo con medicamentos, arriesgando la salud de los ciudadanos.
Es un problema gravísimo, que ni consideramos problema, y además cuando lo vemos a diario pasamos de largo. En mi opinión tenemos que tomar todos la responsabilidad, de no permitir ni la automedicación, ni la toma de medicamentos farmacéuticos, cuando existen medicamentos naturales para ello. Y sobre todo, eliminar la toma de medicamentos a niños. Siempre que se ha medicado a los niños los resultados han sido nefastos. Si los gobiernos no defienden a los ciudadanos, de la voracidad de las farmacéuticas, debemos ser los ciudadanos, los que nos defendamos. Siempre lo hemos hecho, no se porque razón, hemos dejado de creer en nosotros, para creer en dioses falsos, inútiles y sobre todo dañinos.

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